domingo, 8 de mayo de 2011

Todo nos lleva a...

Hemos visto diversos ejemplos del tema que nos atañe: el antihéroe en la literatura, en el manga, en el mundo. Es un ente extraño y alienado, contrario al héroe, mas no un antagonista, ya que es el protagonista de su propio relato, y su antagonista es la vulgaridad, la masa, el mundo entero.

Sin embargo, ¿cuál es el rol real del antihéroe dentro del mundo? No es moral, por lo que el rol moralizante del héroe está descartado. Es trágico en su nacimiento, mas no nos quiere enseñar que siendo contrario a los dioses el hombre hayará su fin. El antihéroe, luego de los padecimientos, nos enseña que se puede conseguir lo que se quiere con astucia y persistencia, utilizando todos los medios necesarios, y siempre yendo un paso por delante del enemigo. Los triunfos de este se deberán más a errores del antihéroe que a sus aciertos.

Y sin embargo, el final acaba muchas veces en la muerte. Debemos, por supuesto, recordar que este personaje ambibalente es sólo un humano. No es un seimidios ni presenta un origen divino de clase alguna. Vive, muere, respira, sufre, se equivoca, y por supuesto, fallece.


Lázaro consigue su objetivo valiéndose de malos métodos, consigue lo que quiere y continúa existiendo. Con astucia, fue capaz de doblegar al destino que tenía impuesto, nacido pobre y ciego, moriría pobre y ciego, mas su vida da un giro utilizando solo su ingenio.






Alonso Quijano siembra en las mentes de quienes le rodean el idealismo, el amor por los sueños, por descabellados que sean. A pesar de haber muerto por una herida, murió como él quería, de forma trágica, llorado por su escudero Sancho y por su doncella Dulcinea, digno final de un caballero andante. Y, más que mal, ha alcanzado el renombre de los más grandes caballeros, siendo traducido en muchos idiomas y siendo lectura obligada de cualquier persona culta.

Lord Byron nos entrega su trágica visión de la vida, un mundo lleno de maravillas opacadas por el tedio de los días, aunque siempre con la búsqueda de "algo" intangible: la belleza y el mundo al completo, sin conformarse con pequeñeces faltas de estética como una vida común y corriente, de estudios y obediencia.

Light Yagami es el antihéroe moderno, con su estricto sentido de la moral y la ética, y la suprema convicción de que una fuerza por sobre tales concepciones humanas, un dios inclemente, debería ser capaz de imponer justicia sin compasión hacia sus víctimas. El castigo divino serviría para poner a las gentes inocentes a salvo, creando, buscando más bien, una utopía libre de crimen en donde la gente "decente" según el criterio de quien juzga, capacitado para tomar tales deciciones por su correcta educación, inteligencia y capacidad de hacer el bien al mundo, se viese libre para vivir sus vidas en plena tranquilidad, bajo el yugo del dios Kira.

Todos emprenden una búsqueda desesperada de "algo", de su utopía personal. No importa el medio, ni cuanto tarden en llegar. Su "tierra prometida" particular está ahí.

Y sin embargo nos rebelamos en aceptar abiertamente sus métodos, aunque algo en nuestro interior se identifique con ellos y apruebe silenciosamente las acciones llevadas a cabo en pos de un mundo mejor, más libre, más hermoso, más idealista. Todos tenemos utopías particulares que querríamos realizar, y aunque el sentido común acalle estos impulsos irrefrenables, ese secreto antihéroe dentro de todos y cada uno de nosotros nos incita a seguir adelante.

El ser humano es, quizá, subversivo por naturaleza. La rebelión siempre atrae hasta a los más prosaicos, y los sueños inconfesables hechos realidad es una tentación demasiado grande como para ignorarla. El ser humano está compuesto de dos fuerzas que batallan en su interior de forma constante, y así es el antihéroe. Abraza esa diferencia y se deja guiar por su sueño imposible. Sin importar quiénes se interpongan y qué se ha de hacer para evitar dicha interferencia.

Mientras que la literatura antigua nos incita a la obediencia a los dioses y a la tradición, la literatura moderna nos incita a la rebelión. Y cómo no serlo, si el nacimiento mismo del antihéroe es una rebelión por parte de los escritores, de los creadores de ficción. Ya no están ahí para complacer a un rey o a un dios, están ahí para expresar su sentir por medio de la literatura, por amor al arte. Ya no hay fin moralizante ni tragedia griega, el castigo no es el sufrimiento eterno. Justos o no, obedientes o no, todos acabarán en la tumba, porque es la realidad del ser humano, ni más ni menos.

El antihéroe fue el definitivo adiós a la moraleja, a la idea de que la literatura sólo sirve para enseñar algo. El gusto por la belleza, por la justicia, por los universos particulares que se desarrollan dentro de cada individuo son la nueva moral. La sociedad puede estar corrupta, y el escritor lo hace saber: que incluso con el sentido común y con la audacia de un héroe se puede seguir siendo una persona íntegra y cambiar al mundo. Pero no me tomen la palabra. Permítanse el explorar su oscuridad interior, ver cuáles son sus universos particulares. Dejen que el dique se rompa, crean en imposibles, como los autores de literatura lo hicieron en su tiempo. Sean los protagonistas de su propia historia, e invéntense un final afortunado. Después de todo, todos los seres humanos morimos al final, mártires o pasivos. ¿Qué hay de malo en tener el regusto rebelde en la boca cuando el momento llegue?

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